jueves, 11 de febrero de 2010

Sobrevolando las Nubes.



Creo que cuando miro el universo desde el espacio infinito, donde las nubes se vuelven un mar suave y blanco y aun se distingue un horizonte.
Miro un espacio dulce y ameno, lleno de mimos como el compartir de tardes entre rosetas de maíz junto a quien amamos, y con quienes compartimos una vida.
Creo que desde este punto nos volvemos vulnerables, como quienes en medio del Mar siente que a cualquier punto lejano contemplan un horizonte circular y envolvente.
Es un despertar de consciencia, donde podemos sentir asertivamente que no somos dueños de nada en realidad, mas si somos parte de la realidad humana.
Siento sin ánimo de envanecimiento o soberbia, alguien que la vida le a dado el privilegio de poder admirar los detalles que solemos no observar y cuándo llegamos a un alto en nuestras vidas, dónde las cosas comienzan a tomar un valor primordial, dónde los instantes vividos son importantes, dónde el detener nuestro caminar para escuchar a alguien es primordial, esa escala de valores y prioridades que se invierte de pronto con el paso de los años. Yo le llamo la "Pirámide de los Valores"
Quien me conoce siempre me ha oído decir que me siento la consentida de Dios, y no precisamente porque en el recorrer de mi vida no haya tenido enormes tormentas, que muchas veces resquebrajaron el acorazado del alma, que me haya sentido a la deriva en un mar oscuro y repleto de neblina sin saber a dónde ir. Saber que se siente sumergirse en el fango, sentirse poca cosa, sentirse nada.
Sin embargo en esos instantes sentía enigmáticamente como esas fuerzas resurgían a mi cuerpo, a mi alma, y ante mí, siempre una mano amiga, un murmullo sutil que me aproximaba de la humanidad compartida, en otras ocasiones sentía que mis conflictos no eran tan angustiantes, delante de mi una historia peor que la mía, un drama más estremecedor.
Y en el escuchar a otras personas, va interiorizando una lección de vida, y aunque no seamos los protagonistas de ellas, creo que nos es útil de alguna manera.
Pues he aprendido que muchos oyen lo que decimos más no escuchan lo que murmuramos.
Ayer conocí a una persona que sentí especial, alguien que por su trabajo se mantiene ausente de los suyos. Sentí que su corazón se debate entre el deber y el querer, pero lo hermoso es que es su mirada existe el brillo de quien ama y desea emprender el recomenzar.
En un instante sobre las nubes, pues estaba viajando para abrazar a mi hija, una nueva bendición, más que escuchar a esa amiga del instante, entendí nuevamente que somos parte de una familia que comenzamos a invertir nuestras pirámides de Valores, que los instantes que nos ofrendamos como seres humanos son más gratificantes que lo material que nos podemos brindar.

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