Ayer conversando con
una amiga, me iba dando cuenta en cada a frase que decía, reflejaba una
historia repetida en su vida con otros
personajes, con otros motivos, que el cruzar las márgenes de un rio caudaloso,
suele ser muy dolorosa cuando dejamos o nos dejan en la otra orilla del rio.
El desprenderse de
los afectos suele fustigar el alma y enajenarnos en miles de preguntas que se
atrapan sin respuestas y cabalgan sin contener las ansias, el desasosiego.
Yo le decía que
huir no es la mejor salida, sino enfrentar el dolor mismo, lavarse el rostro
mirarse al espejo y preguntarse si realmente la imagen que se refleja no vale
inmensamente, para buscar en el brillo de la transparencia que refleja su
verdadera razón por la cual luchar.
Mientras trataba de
animarla, el eco de mis palabras penetraba mi mente y por instante me di cuenta
del inmenso monologo que estaba teniendo. Y que esas palabras realmente las redireccionaba
a mi reflejo en el espejo.
Sueños que como
pompas de jabón declinan su ascendente vuelo, para que al reventar las chispas
del agua nos torne a la realidad.
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